El final de la ciudad
Después del traslado de la capital a la Ciudad de Panamá en 1519, Fernández de Oviedo relata como Santa María de la Antigua se fue despoblando poco a poco. En sus últimos días por las calles caminaban solo unos cuantos vecinos sobrevivientes. En 1524 los mismos indígenas esclavizados, y «otros que con ellos se juntaron», mataron a sus amos y quemaron la ciudad.
Santa María de la Antigua existió por un tiempo relativamente corto, sin embargo aquí se configuró la esencia de la primera etapa de la conquista de América. La gente de la Antigua continuó sus pasos con nuevas fundaciones españolas: Acla, Nombre de Dios y Panamá, y de ahí hacia otras regiones, como Nicaragua y Perú, logrando en menos de cincuenta años conquistar un territorio inmenso, desde Chile hasta México. A pesar de ello, no lograron controlar completamente el continente: algunas regiones siguieron bajo el gobierno de las poblaciones indígenas o de grupos de cimarrones africanos. Muchas de estas poblaciones permanecen hoy en día.
En Europa, el uso de campanas se convirtió en una parte fundamental del paisaje sonoro de la Edad Media y se utilizó tanto en monasterios, como en iglesias y capillas. En los monasterios sonaban al comienzo de las oraciones correspondientes, varias veces al día. En las iglesias y capillas señalaban el inicio de las liturgias, el paso de las horas y también, con intenciones más seculares, como un verdadero medio de comunicación para la comunidad. En la ciudad medieval, las fases de la vida de las personas y las familias estaban marcadas por el ritmo de las campanas: del bautismo a la confirmación, del matrimonio al funeral.
Los códigos sonoros variaban de una región a otra y los campaneros tenían que conocer muy bien los hábitos formas locales para no equivocarse: un mismo toque podía significar dos cosas distintas según el lugar. Las campanas podían servir no solo para avisar sobre incendios o aluviones, granizadas o tormentas, sino también para ahuyentar esas mismas catástrofes.
En la Antigua del Darién, sonaban las campanas de la iglesia catedral, pero también las del monasterio de San Francisco, las de la iglesia de San Sebastián y posiblemente las de la capilla del hospital de Santiago. Sabemos que, en caso de peligro, las personas debían salir a la calle para ayudar. Aquellos que no atendieran al llamado, debían pagar multas en oro y hasta días de cárcel, según el caso.
En la ciudad, cuando dos campanas tocaban rápidamente y sin descanso, significaba que la ciudad estaba siendo atacada por indígenas y todos debían salir con sus armas. En cambio cuando se oía solo una campana a ritmo más lento y repetido, significaba que había incendio. En tal caso los vecinos debían salir con hachas para cortar leña y vasijas con agua para apagar el fuego.
Sin embargo, en el paisaje sonoro del Darién había también otros lenguaje de ritmos y sonidos, del que sabemos mucho menos, que pertenecía a las poblaciones nativas. Los tambores, hechos con palos huecos o en madera y cuero de venado, se utilizaban para rituales, fiestas, guerras pero también para señalar varios acontecimientos, como la necesidad de reunirse en la casa del cacique para un juicio o acompañar la muerte de una persona importante. Igualmente se utilizaba el sonido de grandes caracoles de mar para convocar a la gente en un sitio y para acompañar las batallas.
La presencia invisibilizada
de las mujeres
La voz de las mujeres —tanto indígenas como españolas— durante la colonia, es silenciada por los cronistas. Sabemos que la unidad familiar Cueva era patriarcal y monógama, aunque algunos hombres podían tener otras mujeres. Algunas mujeres podían ser cacicas en el caso de que su esposo, el cacique, muriera.
Los españoles capturaban a las indígenas y las separaban de sus familias como esclavas o naborías, y varios caciques las entregaron a los españoles para hacer alianzas.
Algunas indígenas se convirtieron en las compañeras de los españoles e incluso se unieron en matrimonio, así sus hijos heredaban los bienes del padre. El concubinato estaba fuera de las reglas religiosas y sociales, por lo que la Corona permitió los matrimonios mixtos.
Dos mujeres se destacan en la historia de Santa María de la Antigua, Anayansi, la compañera indígena de Balboa, quien fue intermediaria y traductora, como muchas indígenas en la colonia; e Isabel de Bobadilla, esposa del gobernador Pedrarias, quien lo acompaña en su expedición.
La importancia de Santa María
en la Historia
En Santa María de la Antigua se presentaron todos los conflictos y problemáticas que caracterizaron la primera etapa de la conquista de América.
En un intento de recrear a una ciudad castellana en el medio de la selva del Darién, se encontraron a convivir, entre antagonismos feroces y duras pruebas de sobrevivencia, actores sociales extremadamente diferentes. Fue en esa región que maduraron su experiencia del Nuevo Mundo toda una primera generación de conquistadores.
También fue lugar de nacimiento de diferentes políticas esclavistas que tenían un punto en común: la explotación del trabajo indígena. Estas políticas serían la base de la encomienda, el sistema socioeconómico más importante de la primera colonia.
En Castilla del Oro, la ambición y violencia de un grupo reducido de europeos —la mayoría hombres veteranos de guerras sangrientas—, exterminó poblaciones indígenas enteras. Personajes como Fray Bartolomé de Las Casas y Antonio de Montesinos, expresaron su preocupación por las injusticias contra los pueblos originarios. La Corona dictó varias ordenanzas que ponían en regla los atropellos sin que se viera afectada su economía esclavista, que al igual fueron desatendidas.
En la región del Istmo de Panamá había alrededor de 500.000 habitantes antes de la llegada de los españoles. En menos de 50 años, a causa de la violencia, la esclavitud y las enfermedades, quedaron tan solo 15.000.
Algunos de los protagonistas de la expansión que en menos de 50 años ocupó un territorio inmenso, desde Chile hasta México, fueron vecinos de Santa María de la Antigua del Darién: Vasco Núñez de Balboa colonizador del Mar del Sur y de la ruta por el Pacífico hacia el Perú; Francisco Pizarro y Hernando de Luque, conquistadores del Imperio Inca por esta ruta, la misma que Diego de Almagro, surco para llegar a Chile; Hernando de Soto, fue gobernador de Cuba y explorador de la Florida y el Mississippi; Hernán Ponce de León y Francisco Compañon, conquistadores en Nicaragua; Francisco de Montejo, adelantado de Yucatán; Pascual de Andagoya, futuro gobernador de Popayán, explorador de las costas del Mar del Sur y cronista; Gonzalo Fernández de Oviedo «Cronista de Indias», veedor de fundiciones y alcalde de Santa María; el cronista Bernal Díaz de Castillo participó con Cortés en la conquista del Imperio Azteca; Francisco de Xerez, historiador de la conquista del Perú; el gobernador de Castilla de Oro, Pedro Arias de Ávila, gobernó luego en Nicaragua.
En esta primera fase de la colonia el sistema de intercambio económico se cancelaba con oro corriente (en polvo, chicharrones y barras), o con objetos de uso cotidiano. Las monedas procedentes de España eran escasas.
Con el fin de regularizar los intercambios, la Corona creó la Casa de la Contratación en 1503, encargada de la administración del comercio colonial y la Casa de la Fundición que recibía y marcaba el oro que llegaba de los saqueos y las minas. Además, impulsó la producción de monedas para las nuevas colonias (como el real en plata, fechable entre 1505 y 1525, y la moneda de dos Maravedís fechada en 1505, expuestos en esta sala).
En 1536 se estableció una casa de la moneda en México y en 1544 otra en Santo Domingo. Pasaría mucho tiempo antes de que una verdadera economía monetaria suplantara el trueque en las colonias de ultramar.
El Final De La Ciudad
La fundación de Acla, Nombre de Dios y Panamá debilitó a Santa María de la Antigua, que quedó aislada en el interior sin acceso a las nuevas rutas de la conquista. En 1519, la condena de Balboa y el traslado de la capital de Castilla del Oro a Panamá por Pedrarias marcaron su declive. En 1524, abandonada y con evidencias de un incendio, fue destruida por indígenas esclavizados. El sitio no volvió a ser habitado, aunque se han encontrado entierros rituales indígenas en el área. Mientras caía la Antigua, Hernán Cortés conquistó el imperio azteca en 1521, y la expedición de Fernando de Magallanes circunnavegó América del Sur para llegar a las Filipinas en el mismo año.